Nuestra
Señora de las Rosas, María Auxilio de Madres
8
de Marzo de 1971 - Verónica Atestigua Pasión de Jesús
La
Pasión fue vista en una visión por Verónica durante el rezo de los Misterios
Dolorosos del Rosario. Presentes durante este fenómeno estaban Caille Debrowski,
Ben y Mary Salomone, y Evelyn Murphy.
Verónica
recibió la estigmata de las manos y pies en este momento. Apareció una cruz en
su pie derecho, en el área del empeine, directamente en línea recta con el
dedo gordo y el segundo dedo, cerca del centro del empeine, pero más hacia su
lado izquierdo del empeine, centrado entre el área del tobillo y los dedos.
Apareció la magulladura del clavo en el empeine del pie izquierdo, más
centrado entre el segundo y tercer dedo desde el dedo gordo, en el centro del
empeine. El pie derecho estaba cruzado sobre el izquierdo. La cruz encajó
perfectamente en la línea con la marca del clavo en el pie izquierdo.
La
Pasión tal y como fue relatada por Verónica:
Verónica
- Jesús comenzó
solicitando que en las tres cuentas iniciales del Rosario dijéramos los Actos
de Fe, Esperanza y Caridad. Entonces entramos en los Misterios Dolorosos.
LA
AGONIA EN EL HUERTO
Durante
la primera década vi a Jesús de Rodillas, doblado en angustia, orando. El tenía
puesta una capa larga color borgoña sobre una vestimenta de material color
beige, que era larga y ondulante. Había gran tristeza en Su rostro, gran pesar.
El hablaba con Su Padre en el Cielo: “Padre, beberé de este cáliz, hasta la
última gota, si es Tu voluntad. No soy Yo quien para buscar que se Me quite
este cáliz. Mi fortaleza es eterna en la luz y Mi Corazón es una vasija
sangrante para este cáliz.”
LA
FLAGELACION
Durante
el segundo Misterio, clamé, “¡No! ¡No! ¡Detengan eso!” Porque allí esta
nuestro amado Jesús siendo halado hacia adelante y hacia atrás a medida que
Sus atormentadores halaron Su vestimenta superior quitándola de Su espalda.
Ellos ataron Sus muñecas juntas y clavaron una púa en una viga superior. Las
manos de Jesús estaban atadas por tiras de un cordón marrón tipo cuero.
Entonces la parte central del cordón que ató Sus manos estaba enrollada en la
púa en la viga. Pobre Jesús estaba sujetado por Sus manos.
Había
cinco personas en esta habitación tipo cueva que parecía haber sido excavada
de la ladera de la montaña, una especie de cuarto hoyo en la ladera de la montaña.
Grité
y me sobresalté a medida que dos soldados se turnaban en pegarle a la espalda
desnuda de Jesús con una correa larga, color marrón, como de cuero. En esta
correa había ganchos metálicos, apostados horizontalmente a lo largo de la
correa. Estos aditamentos como clavos, como garras, sobre la correa, cortaban y
acuñaban profundamente dentro de la carne de Jesús, haciendo que saliera
sangre. Era un juego despreciable con los soldados. Ellos se reían y se mofaban.
Jesús nunca dijo palabra alguna.
Yo
grité, “¡Dí algo! ¡Dí algo!” El podía salvarse, pero Jesús permaneció
en silencio mientras ellos Lo escupían e insultaban. Su espalda se convirtió
en una masa de latigazos y carne rota. Jesús estaba descalzo; Sus sandalias se
habían caído cuando golpetearon una estaca más alta sobre el poste y elevaron
al pobre Jesús de manera que sus dedos casi no tocaban el piso. El piso
simplemente era sangre y tierra. El soldado comentó, “Quizá le cortaron Su
lengua mentirosa. ¡Ha, ha!” Nuestro pobre Jesús permaneció en silencio.
A un
lado ví una habitación. Había una olla grande, de apariencia muy antigua de
metal tosco, de color marrón rojizo profundo, muy grande. Debajo había una
hoguera; había un líquido muy espeso que hervía. A un lado estaba otro receptáculo
de metal más largo, lleno de agua. Había dos soldados vestidos en vestimentas
cortas faldas cortas hasta la rodilla, con piezas metálicas punteagudas que
colgaban en un patrón de triángulos alrededor de toda la cintura, adelante y
atrás.
Ellos
tenían una cubierta metálica tipo chaleco en sus pechos y yelmos metálicos de
color plateado que tenían forma de gorra, pero haladas hacia arriba en un diseño
fluido en la parte superior. Otros tres hombres estaban casi desnudos, vestidos
en vestimenta como pañales. Sostenían una pieza larga de metal. Ellos
colocaron el extremo en una olla grande; tenía un resplandor rojo vivo.
Entonces el tercer hombre tenía un martillo grande como mazo, y él le pegaba
al metal caliente. El le daba de golpes alrededor y alrededor hasta que parecía
púa. Entonces lo mojaba en esa olla metálica con agua. Dos soldados hablaban a
un lado. Más tarde tomaron las cinco púas (Se habían hecho cinco púas
grandes).
LA
CORONACION DE ESPINAS
Entonces
vi a Jesús. El había sido desatado del poste y se había caído. Un soldado Lo
haló rudamente hacia un banco tipo mimbre y Lo dejó caer. Pobre Jesús,
colgaba hacia adelante, y un soldado malo puso una vara larga en Sus manos para
equilibrarlo hacia arriba, y gritó “¡Ha, ha! ¡De manera que éste es el Rey
de los Judíos! ¡Vistámoslo como corresponde!”
El
soldado salió para regresar con un manojo de arbusto de zarza. El usó las
pinzas metálicas para que lo pudiera manejar mejor. Hizo una especie de
sombrero y le metió como especie de forro, un círculo de zarza. De esa manera,
lo pudo manejar mucho mejor y lo empujó sobre la cabeza de pobre Jesús. Las
espinas eran demasiado duras para tejer, para quedarse juntas, de manera que se
pensó en la gorra. Era tan grande, y él continuaba pegándole con un palo. El
sadista se exultaba malignamente a medida que pegaba. Jesús, queridísimo
Salvador, nunca dijo palabra alguna. El dolor era extremo. Lágrimas rodaron por
las mejías de nuestro pobre Jesús, pero eran de pesar. ¡El mayor pesar estaba
en Su Corazón!
Las
manos de Jesús estaban atadas de nuevo con el material marrón tipo cuero; y El
fue arrastrado hasta ponerlo de pie. El soldado colocó su túnica sobre Su
espalda rota. Oh, pude ver cómo se pegó a Su sangre que emanaba. ¡Oh, fue
horrible!
LA
LLEVADA DE LA CRUZ
Entonces
un soldado empujó a Jesús fuera de la entrada tipo agujero, y por un camino.
Había muchas personas, todas en espíritu de carnaval. Dos soldados empujaron a
Jesús a un lado de la gran viga transversal que era llevada a través del gentío.
Parecía como un leño pesado sumamente tosco, y una madera color como marrón.
Dos soldados lo levantaron y otro llevó a Jesús hasta donde estaba. Dos
soldados comenzaron a amarrarle Sus manos al mismo. Estaba apoyado contra Su
espalda y sobre los hombros. Se veía sumamente pesado y difícil de manejar. El
lazo de cuero marrón estaba tirante a través del área de Su codo. Parecía
balancear y soportar la viga a medida que El luchaba.
Había
tres señoras y un hombre que caminaban a un lado con El. Las damas lloraban en
silencio. El hombre tenía su brazo alrededor de una dama. El hombre era muy
alto. El tenía puesta una túnica larga color marrón, y tenía una barba color
marrón y cabello marrón claro. Las damas llevaban túnicas de color beige;
pero una de ellas tenía una túnica tipo abrigo sobre la de ella.
Jesús
tropezó y cayó. Ahora estaba dan débil que la viga lo había hecho perder Su
equilibrio ya que tambaleó. Pobre Jesús se cayó. Un hombre malo y viejo salió
de la muchedumbre para escupirlo y patearlo vieja bestia mala! Traté de rasgar
mi túnica para limpiarle la sangre de Sus ojos. ¡Era horrible! El me vió los
soldados no me dejaron pasar. Halé mi cabello de frustración y angustia. Jesús
me vió y ví el amor de una promesa eterna y gloriosa. Grité, “¡Qué puedo
hacer?” Grité, “¡Ayúdenlo! ¡Por favor ayúdenlo!” Yo, Verónica, no
podía levantar la cruz. Sólo podía esperar limpiarle Su querido rostro.
Pronto
un soldado agarró a un hombre de la muchedumbre. Este hombre tenía una larga túnica
con rayas por delante, y él tenía un turbante alrededor de su cabeza con rayas
al frente. Seguramente él no quería cargar la viga, pero sabían que Jesús no
llegaría fuera del pueblo. De manera que este hombre se puso la viga en sus
hombros mientras la muchedumbre enloquecida se mofaba. Jesús fue empujado y
halado. Por todos lados El tenía suciedad y sangre; era un retrato de mugre
sangrienta.
Yo
estaba nauseabunda; estaba enferma. ¡Oh, tal horror! ¡Tal tortura! ¿Cómo podían
hacerle ésto? ¡Qué hizo El más que amar a todos! ¡Bestias! ¡Bestias!
Pronto el soldado corrió con cinco púas. Cuando llegaron a la colina, había
ya en el suelo un pedazo largo de madera. Un soldado levantó la viga de los
hombros de este otro hombre y la tiró al suelo. Otros dos soldados la colocaron
sobre el pedazo largo de madera para formar una cruz a todo lo largo hasta abajo,
y con una especie de salida arriba. Ellos somataron una púa en las dos vigas y
se hizo la cruz.
LA
CRUCIFIXION
Dos
soldados asquerosos tiraron a Jesús al suelo, y ellos halaron Sus brazos para
estirarlos a lo largo de la viga transversal. ¡Oh, cómo dolió, la espalda tan
rota! Podía ver el dolor en los ojos de Jesús, pero El nunca emitió una sola
palabra. Simplemente se veía triste. Entonces tomaron una cuerda como de cuero
de color marrón, y la amarraron alrededor de Sus muñecas a la tabla, atado a
la tabla. Entonces levantaron y amarraron las muñecas a la tabla, ataron y
amarraron la cuerda de cuero alrededor de los tobillos y la madera, para
sostenerlo en lugar.
Entonces
fueron tiradas al suelo las púas, y un soldado se hincó y colocó la púa en
el centro de la palma de la mano del pobre Jesús. Con un mazo metálico la
perforó a través de la piel y salió a la tabla. ¡Yo grité! ¡Vomité! Esto
fue repetido con la mano derecha. Entonces Jesús vió hacia el cielo. Ellos
comenzaron en las piernas una púa grande para ambos pies, Su pie derecho sobre
el izquierdo, en un ángulo medio torcido, colocados para estar planos uno
contra otro. Estaba nauseabunda cuando escuché el metal contra la carne y
huesos y la madera. Una púa salió hasta el otro lado. Ellos martillaron un
bloque de madera debajo de Sus pobres pies, “para alinearlos,” dijeron. ¡Eso
fue horrible.
Vi
hacia la muchedumbre. Oh, había sólo como nueve personas allí que se quedaron
con Jesús. Ahora conocía a Su Madre, María Cleofas (la esposa de Clopas), María
Magdalena, y Juan. Oh, pobre Jesús nunca dijo una palabra mientras lo clavaron
a la madera. ¡Oh, tanto amor.
Pronto
dos soldados levantaron la cabeza de la madera y tres de ellos la parte
inferior, llevando a Jesús sobre la cruz, y dejaron caer un extremo dentro de
un hoyo. ¡Entró con un porrazo! Jesús se encogió. Y razgó aún más Sus
manos. Sangre escurría sobre Su rostro. El no podría mover Su cabeza. El dolor
era horrible; cada movimiento le cortaba profundamente. El se aflojó un poco,
pero se irguió. Cuando se aflojaba se rasgaba más.
María
(Su Madre) y María (Cleofas) corrieron hacia El. Ellas no hablaron al principio;
ellas hablaron con sus ojos una a otra. Ellas no necesitaban palabras. Juan se
acercó, porque la túnica inferior de Jesús se cayó. Oh, estaba casi desnudo.
Vi para otro lado, pero Juan corrió y amarró como nudos, como un pañal. ¡Oh,
la humillación para el pobre Jesús! Entonces Jesús le dijo a Juan: “He aquí
a tu Madre. Y éste, Madre, es Tu hijo. Pronto debo ir al Padre.”
La
muchedumbre comenzó a retirarse. Jesús clamó: “Abba abba sabba la bec tori”
a eso es lo que sonó un sonido extranjero. Sabba sabba sabba la bec tori (No lo
puedo escribir bien, sólo por el sonido) Entonces vio hacia arriba. “Tengo
sed” (Esto lo escuché en inglés). “...Agua, agua amarillente... la cabeza
de Jesús colgó a Su derecha. Se hizo oscuro, tan oscuro. Todos se fueron menos
los nueve. Todos ellos se acercaron; y María Le abrazó los pies, sin palabras
en Su pesar.”
(Verónica
terminó la recitación de lo que ella experimentó y se encontró que sus pies
se habían hinchado y sus brazos estaban adoloridos, los pies marcados y las
manos ardiéndole. Su reacción sin palabras fue una mezcla de maravilla, alegría
y amor alegría que ahora ella podía unírsele a Jesús en Su sufrimiento y
sostener Su mano en el camino hacia el Reino.)
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Revised: February 03, 2010